
Sábado, ocho de la mañana; ya no puedo dormir más.
En el balcón me siento, medio despierto, y débil.
Enciendo un cigarillo, me reclino con asombro
ante lo que puedo ver a lo largo de la tundra.
Aquí se está tranquilo, sólo la naturaleza jugando,
y algún que otro zumbido silencioso de vehículos a lo lejos.
El pío de los pájaros, el cacareo de un gallo,
el canto de una paloma torcaz, energético y conmovedor.
Miro hacia afuera, a las aldeas en las colinas,
más arboles que casas, todo paz y tranquilidad.
El sol de la mañana se refleja en todo lo que abarca la vista,
muchos tonos de verde que relucen.
Los tiempos serán difíciles en este campo paradisíaco,
pero presiento una vida más relajada.
Aunque mi tiempo aquí es corto, sólo puedo sonreír y pensar:
«Bon dia, Catalunya, t’estimo moltíssim».
(Versión original en inglés)